La muerte en el sedal
Patricia Gutierrez |
Los invito a leer este comentario sobre la novela El viejo y el mar de Ernest Hemingway, la historia de un pescador que, acosado por la pobreza, se lanza a luchar con el pez más grande del que se ha escuchado.
Mis ancestros
son las estrellas
como peces incontables
Así como en este
haikú de Hatto Fischer, en la novela El viejo y
el mar las estrellas y los peces, el cielo y la mar se confunden. En este
escenario ocurre el combate de tintes míticos entre dos seres sobrenaturales: Santiago,
un pescador de una fuerza desmesurada que en su juventud mantuvo una pulsada por un día y le ganó al hombre más fuerte de los muelles, y el pez
más grande del que se ha escuchado (dieciocho pies de la boca a la cola). A
pesar de la vida precaria del viejo, empobrecida por una racha de ochenta y cuatro
días sin pescar, más que un depredador y su presa, estos héroes se constituyen
en dos fuerzas primarias que se enfrentan: la naturaleza y el ser humano.
Entre los dos hay un sedal que, así como castiga la boca del animal, lastima los hombros y las manos del viejo hasta arrancarles el pellejo. A su vez, esta lucha marca la tensión dramática en el interior de un hombre que se juega su vida para matar a un pez, mientras mantiene al lector en vilo. A veces se confunden las fuerzas en disputa, el pescador quisiera ser el pez, lo considera un ser digno, noble y poderoso, que quizá sólo se distingue de él por las armas de las que dispone. Es su compañero, así como los otros seres de la naturaleza. Los pájaros y las nubes son espejos y mensajeros de lo que sacude su interior.
A ese universo
que es su origen y posibilidad de sobrevivir, Santiago lo llama la mar. Resulta herético dotar a esta deidad de una
personalidad femenina. Los muchachos que tienen botes de motor, lo llaman el
mar. Hablan de él como de un enemigo. En
cambio, el viejo la quiere, considera que es capaz de grandes favores, aunque
también de una crueldad que él padece. Amparado en ese misticismo, el viejo resiste
desde su oficio los embates de una sociedad que sólo descubre en la mar una fuente
de mercancías para vender y comprar, influenciada por un proceso de dominación
política, cultural y social emprendida en Cuba por los norteamericanos con el
turismo, sus compañías pesqueras, el dólar o la radio.
Al final Santiago
mata el pez, pero no puede llevarlo hasta tierra firme. La misma mar le quita lo que él quiso apropiarse. Descubre lo
inútil del combate. Derrotado y acompañado apenas por su fiel y digno ayudante,
termina abocado otra vez a una lucha por vencer la muerte en medio de sus
privaciones. Ninguno de los dos resulta triunfante, el pez perece y el viejo es
abatido por el tremendo esfuerzo. Los dos extremos de ese sedal están irremediablemente
conectados. Lo que ocurre a una de las fuerzas le sucede también a la otra. Bacon llegó a decir que la naturaleza
era una esclava a la cual había que arrancarle sus secretos. Seguro él también descubrió
que cuando la hacía sufrir, sus manos eran castigadas por el sedal con que la
torturaba. Tal vez ese fue el misterio
más terrible que desentrañó.
Leandro
Alberto Vásquez Sánchez
Aquí puedes leer
El viejo y el mar: https://casaeguez.com/ce/wp-content/uploads/2020/04/El-viejo-y-el-mar-fin1.pdf
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