Entradas

La muerte en el sedal

La muerte en el sedal

Imagen
Patricia Gutierrez Los invito a leer este comentario sobre la novela El viejo y el mar de Ernest Hemingway, la historia de un pescador que, acosado por la pobreza, se lanza a luchar con el pez más grande del que se ha escuchado.   Mis ancestros son las estrellas como peces incontables   Así como en este haikú de Hatto Fischer , en la novela El viejo y el mar las estrellas y los peces, el cielo y la mar se confunden. En este escenario ocurre el combate de tintes míticos entre dos seres sobrenaturales: Santiago, un pescador de una fuerza desmesurada que en su juventud mantuvo una pulsada por un día y le ganó al hombre más fuerte de los muelles, y el pez más grande del que se ha escuchado (dieciocho pies de la boca a la cola). A pesar de la vida precaria del viejo, empobrecida por una racha de ochenta y cuatro días sin pescar, más que un depredador y su presa, estos héroes se constituyen en dos fuerzas primarias que se enfrentan: la naturaleza y el ser humano.   Entre los

Fuga en la calle de las tumbas

Imagen
Un hombre barbado espera la muerte. En una habitación sin ventanas, adornos ni muebles, descansa en una cama de medio lado, la cabeza recostada en las manos, las piernas recogidas y de cara a la pared. Otro hombre escucha traquear las herrumbrosas entrañas del bus que lo transporta. Mientras el automóvil recula en una loma, él aprieta contra su pecho un megáfono y un maletín de cuero. Reza un magníficat que no alcanza a terminar porque, segundos después, el automóvil continúa la marcha por la pendiente, en cuya cima está el parqueadero. Cuando baja del automóvil, el sol es lacerante, lamenta que su jefe lo obligue a llevar el traje, la corbata y el sombrero negros. Lo reciben tres perros famélicos que lo rondan con la esperanza de que les arroje un bocado. Las únicas personas son unos hombres ventrudos reunidos en una cafetería mientras toman aguardiente. Se interna en una calle flanqueada por casas solitarias y silenciosas, como tumbas. Enciende el megáfono y dice: La funeraria El Bue

Las hortensias: juego y erotismo

Imagen
Faro Ediciones   Los invito a leer este comentario sobre Las hortensias, el cuento que Felisberto Hernández escribió en 1940, un año antes de la aparición de Borghild, la primera muñeca inflable de la historia, creada por el ejército nazi.      Horacio es un personaje que juega con las muñecas que colecciona, pero se enamora de ellas. Esos deslices pasionales atizan en María, su esposa, los celos y en el lector, toda clase de prejuicios, pues nos sorprende esa particular manera de ejercer el erotismo.   Las muñecas son un artefacto mágico que permite imaginar. Hacen posible el propósito de Horacio o, mejor dicho, su despropósito: recuperar lo que el tiempo ya le arrebató, el universo del juego. Pero él no se conforma con fantasear ese mundo, quiere que cobre vida, así tenga que transgredir la moral de su insipiente existencia de hombre casado.   Saga Egmont María lo obliga a recluirse en una casa de paredes oscuras, donde mantienen relaciones en apariencia cordiales, soste

El camino de las voces

Imagen
Pasen a leer este ensayo ficcionado sobre mi experiencia en la presentación de El cielo de abajo, el libro de relatos que lanzó el Grupo Literario El Aprendiz de Brujo en la Biblioteca Pública Piloto.   Los invitados ocupan las sillas. Los autores del libro nos sentamos al frente.   Pasamos de a tres en tres a la mesa principal, como si nos fueran a fusilar. Tendremos que explicar cómo escribimos el relato con que participamos en el libro. Por lo menos, hacer como si lo supiéramos. Tratamos de nombrar lo inexplicable. Lo cierto es que nos desembarazamos de un peso. Surgen frases acumuladas quién sabe desde cuándo, la génesis de una historia es imposible de determinar, puede mezclarse con el origen del universo. Encantamos, reímos, preocupamos.   A pesar de todo, hablamos con claridad, nadie sospecharía que de nosotros brotan espadas y no palabras.   Resguardados en el libro, esperan los personajes de las quince historias de El cielo de abajo, voces a quienes no les importa lo q

“La energía se me pudre adentro”

Imagen
Enrique Ballesteros / BBC Mundo  Clippertón       Este es un perfil de Gustavo Schultz, uno de los personajes de La Isla de la Pasión, la novela con dejos de crónica de Laura Restrepo que cuenta la historia de Clippertón, el último territorio que perdió México.   Lo que Ramón y Alicia Arnaud hicieron en Clippertón lo cuentan otros y lo conmemora un monumento ínfimo en un pueblecito mexicano, entre otras cosas, porque verse obligados a defender una isla de puros fantasmas, no es más que una burla del destino y merece poco aspaviento. En cambio, las doce palmeras que plantó Schultz cuando llegó allí a los 24 años, son un testimonio vivo de su existencia y lo único que queda en pie sobre la isla. La fuerza creadora de este personaje trascendió en ellas y sobrevivió al viento, al mar y a los hombres.       Cuando el huracán azotó la isla destruyendo todo vestigio de civilización, Schultz no se puso a salvo. Su mujer decía que estaba loco. Pero lo que intentaba era rescatar el tren