Las hortensias: juego y erotismo
Faro Ediciones |
Los invito a leer este comentario sobre Las hortensias, el cuento que Felisberto Hernández escribió en 1940, un año antes de la aparición de Borghild, la primera muñeca inflable de la historia, creada por el ejército nazi.
Horacio es un personaje que juega
con las muñecas que colecciona, pero se enamora de ellas. Esos deslices
pasionales atizan en María, su esposa, los celos y en el lector, toda clase de prejuicios,
pues nos sorprende esa particular manera de ejercer el erotismo.
Las muñecas son un artefacto
mágico que permite imaginar. Hacen posible el propósito de Horacio o, mejor
dicho, su despropósito: recuperar lo que el tiempo ya le arrebató, el universo
del juego. Pero él no se conforma con fantasear ese mundo, quiere que cobre vida,
así tenga que transgredir la moral de su insipiente existencia de hombre casado.
Saga Egmont |
Es paradójico que María sea
quien le señale el camino de vuelta al juego. Una vez Horacio la encuentra
vistiendo a Hortensia, su muñeca preferida. En otra ocasión, las dos comparten
la lectura de un periódico. Ella ve al juguete como una hija, otro medio para
extender el dominio sobre él, quien en cambio se enamora de la muñeca, pues esa
parece ser la única manera de escapar del yugo matrimonial.
Los sentimientos de afecto
insuflan vida en Hortensia. Además, Horacio le hace construir entrañas
femeninas. Mientras tanto, María resulta cada vez más lejana y fría. La realidad
es aburrida en comparación con el intrigante mundo al que le permite acceder la
muñeca: el del marido adultero que, en las narices de su esposa, esconde el
engaño.
Después del asesinato de Hortensia,
él se compra otras amantes. Mientras las muñecas cobran vida, las copas y el
piano también lo hacen. Impregna con su espíritu a las cosas. No es fortuito
que la música de fondo de la historia sea el ruido de las máquinas de una fábrica,
un sonido que se convierte para Horacio y el lector en una compañía. Una noche,
después de abandonar su casa para dormir en un hotel, llega a extrañarlo como si
fuera un amigo, un amor o un juguete perdido.
La ruptura de esa línea que
separa en Horacio la fantasía del juego y la pobre realidad de su vida, la
rompe María gastándole una broma: se disfraza de muñeca. Después de eso, a él se
le abren las puertas de la locura. Camina como un poseso en dirección al ruido
de las máquinas. Sucumbe, al fin, al embrujador poder de su esposa.
Leandro Alberto Vásquez Sánchez
Aquí puedes leer Las hortensias: https://es.wikisource.org/wiki/Las_hortensias
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